Es imposible un botín tan gigantesco como el que tuvieron Botín y los suyos con el pretexto del “agujero negro” de Banesto. Descomunal. Es imposible que se vuelvan a acumular tantas falsedades, fraudes, colusiones, cohechos, malversaciones y demás rehala delictiva. Fue todo un tratado práctico de derecho penal patrimonial. Casi matrimonial, por el concurso entusiasta de instituciones básicas del Estado. Cohechos como mamuts. Claro que aquí, en Celtiberia, el cohecho no se persigue tanto porque muchos entienden que consiste en yacer con funcionario público. Follar con la cosa pública hasta dejarla bizca.
Aquel éxito de don Botín aceleró los pulsos de su codicia. Lo convirtió en guacarnaco de las financas, felón mayor de la codicia especulativa, paciente res acechadora de otras grandes expoliaciones falsarias. Vinieron las cesiones fabuladas de créditos ilícitos, en las que sólo creen una juez benévola que su padre aguijoneaba cuando el ánimo se le adelgazaba. Los fiscales, inexistentes. La acción pública no aparece. La defensa de la legalidad, tampoco. ¿El interés social? No, hombre, no me haga usted reír, que me duele el astrágalo.
Ahora la gloriosa absolución. “Las cifras pueden sorprender por su cuantía -dice la sentencia- pero no hay pruebas de que hayan sido desproporcionadas”. 108 millones de euros y 43 millones de euros (Corcóstegui y Amusátegui, el uno del otro en pos) no son otra cosa que un gasto social lógico en Celtiberia. Gasto de gestión que no constituye perjuicio alguno para la Sociedad. El Tribunal no se amilana ante el despropósito. Como no ha existido falta de equidad en la actuación, tampoco ha quebrado el deber de lealtad ni se ha dado ejercicio fraudulento en las funciones de los eminentes directivos. Carpetovetónicos muy moderados, muy equitativos.
Todo normal. Nada desproporcionado. Los administradores del gran Botín pueden hacer lo que quieran con el dinero de los accionistas. Defecarse en ellos si les peta. Todo un ejemplo de manipulación merece un manípulo de oro. Para un prócer de oro, un manípulo de oro. “Esto era un rey que tenía/ un palacio de diamantes/ una choza hecha del día/ y un rebaño de elefantes”. Rubén contaba a Margarita la historia de don Botín. El rebaño de paquidermos lo forman buena parte de carpetovetónicos y, desde luego, los jueces que no han juzgado a Botín. La choza, algún palacio institucional donde reinan la impudicia, la codicia y la corrupción.
No hay novedad. En Castilla no hay curvas. Los bueyes pacen y los siervos gimen. Botín corrió con su botín a refugiarse en los Campos Elíseos. Es posible que su próximo gran botín sea la Reserva Federal del imperio.
Joaquín Navarro, magistrado.
Fonte: www.arcadi.espasa.com
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